Luz al final del túnel

Reconozco que Villablino en particular y Laciana en general eran una parte de nuestra hermosa provincia que había visitado poco; más bien para ir a Leitariegos cuando mi hijo era imberbe o de camino hacia Asturias. Desde hace un tiempo a esta parte, visito por motivos laborales la zona y en mi poco tiempo libre voy leyento y aprehendiendo -que significa coger de- más de esta comarca.

¡Qué lejos me parecen aquellos años de instituto en los que leía cómo Villablino tenía hasta 17.000 habitantes y ocupaba portadas en los periódicos, entonces de papel, con temas de industria, minería y política en positivo!

Acercarse al valle remontando el Sil es toda una experiencia que recomiendo a todo aquel que no lo haya realizado. Con la cohorte que acompaña a los presidentes de la Junta, en aquel caso con Juan José Lucas, grabamos el trayecto del viejo tren de la Minero que fue toda una experiencia para los sentidos. Lo agreste del monte, los sonidos del agua, las impresionantes montañas y lo modernista de aquellos vagones donde te topabas con detalles curiosos allá donde fijaras tu atención.

 

Pero hoy Villablino y todo su valle parece triste, de luto con las escombreras y lavaderos negros por el polvo del carbón abandonado. Ver cruzar delante de tus propias narices camiones con carbón importado, o coque -más barato y de peor calidad- mientras te han obligado a abandonar el tajo tiene que ser una sensación de rabia e impotencia a la vez.

Que corrió mucho dinero se deduce y hasta casi se nota en algunas de las construcciones y cafeterías del lugar. Que fuimos -ya me incluyo- más cigarra que hormiga, también es verdad. Pero los verdaderos beneficiarios nunca han habitado estos pueblos, ni los habitarán jamás. Es por ello, ahora, cuando la eterna muerte del carbón y todo lo que conlleva es más que una crisis pasajera, cuando nadie salvo nosotros mismos nos tenemos que armar de ilusión y optimismo para comenzar cada mañana con un poco más de tesón. La lección enseña que no conviene apostar todo a una carta, como pretender creer que el turismo de invierno sea la panacea salvadora. Bien planificado puede ser un sector de los varios que han de conformar el presente y el futuro de la zona. Como la explotación racional de los bosques, incluso con una primera transformación in situ, para no dejar que manos intermediarias se lleven la mejor parte. La riqueza cinegética, incluso la básica estructura administrativa y de servicios tienen que ser tomados como un valor irrenunciable.

A veces escucho a los lacianiegos cómo esperan su momento para irse a vivir a Oviedo, a León o a Ponferrada. Está bien eso de querer prosperar, darle un lugar con más posibilidades a los hijos, pero quizás en esos anhelos deberían ir seguidos de una querencia y amor por el terruño, la patria chica que todos tenemos en el corazón. Hay que cambiar el discurso, la disposición porque solo con ese primer paso habremos recorrido mucho camino.