Juanito Valderrama

Hubo una Ponferrada andaluza: la ciudad de los tres o cuatro mil emigrantes de Jaén que se instalaron en los barrios de Flores del Sil, Cuatro Vientos y La Placa en los años 50 del pasado siglo. Yo aún recuerdo bien aquella comunidad que vivía cerca del río, casi siempre en calles precarias, sin asfaltar, donde las casas se diluían entre chopos, carbones y huertas.

 

Lugares de niños corriendo en la memoria, de bicicletas remendadas, de sol duro de julio lamiendo la vida, de arena negra y a veces de un fósil que aparecía en la tolvanera. Ponferrada era la medieval y modesta acrópolis que tachonan la basílica, el castillo y las torres consistoriales, pero también era la ciudad de los campos de los inmigrantes andaluces. Recuerdo a hombres mayores, de piel muy morena, con sombrero y nostalgia del valle del Guadalquivir, y también a sus hijas que iban a trabajar de asistentas por las casas de la pequeña burguesía del barrio de la Puebla. Era un mundo activo, valioso, honesto y sacrificado donde aquellas chicas tan limpias y laboriosas ya empezaban a mezclar el acento andaluz de sus padres con algunas gotas de la música verbal del Bierzo. A nuestra casa, para ayudar a mi madre y a sus cinco hijos, venía una chica muy guapa, que siempre estaba cantando y que se llamaba Rosa. Era rubia y de ojos azules, como tantas personas de la zona norte de Jaén, que por algo fue poblada por inmigrantes alemanes en el siglo XVIII.

 

Cuando los andaluces de Ponferrada no llevaban aún mucho tiempo en el brumoso y húmedo Bierzo, venían de vez en cuando a la ciudad famosos artistas del sur, que se anunciaban con inmensos carteles en el Teatro Edesa. Recuerdo a Antonio Molina, a Manolo Escobar, a Paquito Jerez… Pero sobre todo a Juanito Valderrama, que no solía faltar ningún año. Era de un pueblo de Jaén -Torre del Campo- y lo querían mucho sus paisanos. Y sucedió que estando Juanito en Ponferrada en el camerino, acompañado por el extraordinario guitarrista flamenco Niño Ricardo, éste improvisó unas notas, y una de ellas fue la que le inspiró a Valderrama la que sería su canción más célebre: “El Emigrante”, dato que el propio cantaor reveló en 1994 en una entrevista que le hicieron en el diario “El País” cuando el jienense cumplió los 75 años. Una canción muy sentimental que hizo que el propio Francisco Franco le felicitara personalmente, lo que dejó un poco descolocado a Juanito, que había sido anarquista durante la guerra, y que había compuesto aquella letra que decía: “Adiós mi España querida / dentro de mi alma te llevo metía…” inspirándose sobre todo en los españoles que tuvieron que abandonar su patria camino del exilio.

 

El Bierzo quedó así unido a una de las canciones más famosas de un tiempo difícil, oscuro y retórico. En el que Juanito Valderrama emocionaba desde el escenario a sus paisanos de Flores del Sil y de Cuatro Vientos. Trabajadores de la construcción, de los lavaderos de la hulla, de las fundiciones o las centrales térmicas. Aquellos hombres rudos, que vivían muy lejos de sus paisajes natales, y de la luz verde y amarilla del alto Guadalquivir, no podían evitar sus lágrimas de nostalgia, que Juanito trataba de enjugar, como una Verónica de la copla, con su voz flamenca y aguda, la que mejor sabía a postguerra y a melancolía.

 

CÉSAR GAVELA

 

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