Hoy por la noche, los relojes deben atrasarse una hora para ajustarse al horario de la estación invernal. A las 3:00h retrocederá a las 2:00h, lo que significa una hora más de descanso para los que estén en la cama, y una hora más de ocio para los que estén de “folixa”.
Aunque muchos relojes digitales ya están acondicionados para ejecutar sistemáticamente el cambio, como en lo móviles, los relojes analógicos hay que hacerlo de manera manual.
Este cambio horario se efectuó en el siglo XX, concretamente en un contexto de guerras mundiales y crisis energéticas con la intención de ahorrar electricidad. Al adelantar o retrasar el reloj, se minora la necesidad de iluminación artificial en ciertas horas del día. La mayoría de países europeos realizaron el cambio de hora en los años setenta por la crisis energética derivada del incremento de los precios del petróleo. España lo hizo de manera urgente en 1974 y, desde ese entonces, se ha mantenido el horario de verano (en marzo) y el horario de invierno (en octubre).
Sin embargo, en los últimos años se ha empezado a debatir su efectividad y beneficios en el consumo energético y en el bienestar de las personas. Según la Academia Estadounidense de Medicina del Sueño (AASM), se ha mostrado contrarios a estas prácticas porque dice tener “efectos nocivos en la salud humano” y afirman que “tenemos evidencia de los efectos adversos del cambio de hora”.
Además, algunos estudios recientes sostienen que el ahorro es mínimo o incluso nulo debido al uso de aparatos eléctricos modernos que funcionan durante más horas del día, ya sea la calefacción o incluso el aire acondicionado.
