Una mirada hacia nuestro interior

Con este artículo comienzo una serie de ellos que pretenden acercar al lector a una reflexión sobre cuestiones que han determinado nuestra conciencia a lo largo de dos mil años. Dentro de los acontecimientos históricos que han marcado el ritmo de nuestras creencias destaca sobre toda la irrupción del cristianismo.

A lo largo de seis artículos intentaré trasladar a lector cómo el cristianismo surgió, el por qué de su fuerza, su relación con la cultura griega y romana, cómo la poesía clásica sirvió de inspiración a los propagandistas cristianos, las primeras disensiones en la interpretación del mensaje de Jesús con las consiguientes luchas internas, la simbiosis entre cristianismo y romanticismo y cómo la doctrina social de la Iglesia ofrece un nuevo mundo frente al actual en plena decadencia.

Se trata de artículos que pretenden aportar un conocimiento del cristianismo y su papel en la configuración de la sociedad actual, mediante el análisis de hechos históricos que representaron un punto de inflexión para la humanidad. Ejemplo de ello es la helenización del cristianismo, sin la cual este difícilmente hubiera sido aceptado por las clases altas del imperio romano. Ello hubiera supuesto que su expansión, hasta convertirse en la religión oficial del imperio romano, hubiera sido cuando menos mucho más difícil.

La historia de Occidente viene marcada por la historia del cristianismo. Y nosotros somos lo que somos gracias a este hecho histórico. Aunque las sociedades occidentales se encuentran en un proceso de secularización vertiginoso, aún se puede apreciar en los cuatro puntos cardinales la presencia de más de dos mil años de tradición cristiana. No hay un pueblo sin iglesia y en muchos hogares todavía el crucifijo representa algo importante para sus moradores.

A veces no se ha acertado a trasmitir lo que el cristianismo es y todo lo que ha aportado de bueno, simplemente nos limitamos a colocarlo entre las cuestiones negativas, o indiferentes en el mejor de los casos, que le han ocurrido a la humanidad y que deben posponerse por considerarlas caducas.

Entiendo que la cuestión merece una pequeña “repensada” como decía el abuelo de una amiga mía, muy castizo él. Por ello, invito al lector que le apetezca a reflexionar un poco sobre la enjundia de nuestro interior, que tenga la amabilidad de hojear lo que le ofrezco de buena fe y con toda la humildad de quien pretende compartir sus inquietudes con lectores que a buen seguro sabrán enriquecer mis aportaciones con su superior ingenio.

Les ofrezco un pequeño viaje hacia nuestro interior, reflexivo, sosegado y alejado de un ruidoso mundo exterior que irrita nuestros nervios con una vorágine de información a modo de bombardeo continuo. Quiero, en definitiva, compartir un tiempo con el lector de calma, de parón para dedicar un poco de tiempo a nosotros mismos, a realizar una mirada contemplativa de nuestro interior.

 

 

Print Friendly, PDF & Email