Un poco de Historia

“Al fin ha muerto el bastardo pero no os alegréis con su derrota porque la perra que lo engendró vuelve a estar en celo”. Con esta frase Bertolt Bretch advertía, en uno de sus poemas, sobre la supervivencia del fascismo; al fascismo se llega por múltiples sendas engañosas y una de ellas se llama “populismo”; lo que viene siendo camino tenebroso de la Fuerza por adoptar términos cinéfilos y actuales.

La ruina del sistema educativo tiene muchos tentáculos. Sólo uno de esos tentáculos, la caída del nivel, procede de un problema puramente formativo mientras que los demás se asientan en causas políticas que afectan básicamente a la historia y al lenguaje. El nivel formativo no ha hecho más que descender en los últimos años gracias a la pérdida de lo que deben ser elementos irrenunciables de la formación: esfuerzo, disciplina y jerarquía. A menor exigencia menor esfuerzo, a menor disciplina y jerarquía menor respeto por todo y ausencia más significada de valores. A nadie se le escapa que el manoseo político de la educación ha provocado no pocas barbaridades a nivel del conocimiento de la historia hasta llegar a esperpentos histórico-geográficos tan grandes como los que se viven en algunas regiones españolas donde se nos presenta el mapa de la península ibérica dividida tres partes: Portugal, Corona de Castella y Corona Catalanoaragonesa. Incluso los dominados por la estulticia independentista saben en su fuero interno que el territorio de Cataluña sólo fue una parte más de la Corona de Aragón; pero en su estulticia Wilfredo el Velloso se convierte en el primer independentista catalán y Jaime I, uno de los grandes monarcas de la Casa de Aragón, pasa a ser Jaume I rey de Cataluña; eso por no  profundizar en la elevación a los altares de un tal Companys, individuo profundamente antidemocrático y de los más siniestros personajes históricos que ha dado este país aún llamado España, mal que les pese a algunos. Y, por último, está el embrutecimiento educativo en cuanto al lenguaje que es una de las armas de destrucción masiva de cerebros infantiles más potentes de las que se aplican en las escuelas hispano-fóbicas… ¿hay algo más absurdo que lo raro sea pretender que se use la lengua común de un país como primera lengua del sistema educativo en todo el país y que el Gobierno consienta esa rareza o se doblegue ante la misma?

En fin, a lo que yo venía hoy es “a hacer historia”, simple y llanamente a poner un ejemplo de la gran tergiversación histórica en la que nos hallamos inmersos porque un Gobierno débil y tolerante con las estupideces se deje chantajear por las absurdeces de los populistas y de los nacionalistas. Si nociva es la tergiversación nacionalista, tanto o más lo es la populista que, con insistencia machacona, pretende resucitar viejas heridas y volver a enfrentar a los españoles; eso cuando ya todos sabemos que si se cometieron desmanes por parte de los radicales de ambos extremos no se puede pretender buscar venganzas de nuevo porque al final es el pueblo quien paga siempre. El pueblo pagó con creces cuando unos fueron los vencedores y otros los vencidos y el pueblo paga cuando aquellos que eran villanos pasan a ser héroes y viceversa: que no, que los villanos son villanos, los de una parte y los de la otra.

Un poco de historia pues, no nos vendrá mal. Hubo un tiempo, muy parecido a este, en que la legislación penal se caracterizaba por su tolerancia con los delincuentes y su falta de apoyo a las víctimas. Fue por eso que las Cortes elaboraron una legislación para endurecer las penas, copiando leyes de la Alemania de Weimar, unas leyes que no solo se reflejaban en la Constitución sino también en el resto del ordenamiento jurídico. Esto permitió al Gobierno de la Nación aplicar durísimos castigos a conspiradores y delincuentes así como incluso cerrar más de cien periódicos. Una de las leyes más significativas y represoras que se aprobaron en ese periodo fue la “Ley de vagos y maleantes”. Según su artículo 2 podían ser declarados elementos peligrosos y sometidos a dicha ley los siguientes individuos: los vagos habituales, los rufianes y proxenetas, los ebrios y toxicómanos habituales, los que explotaran juegos prohibidos, los mendigos profesionales y los que vivieran de la mendicidad ajena o explotaran a menores de edad, a enfermos mentales o a lisiados, los que no justificaran la posesión o procedencia de dinero o efectos que se hallaren en su poder, los que suministraran bebidas alcohólicas a menores de catorce años en lugares y establecimientos públicos, los extranjeros que quebrantaran una orden de expulsión del territorio nacional y los que observaran conducta reveladora de inclinación al delito, que se mostrara por el trato asiduo con delincuentes o la frecuentación de sus guaridas. Como podemos ver se trataba de una ley “sumamente justa y objetiva” (es coña) porque por los coladeros de “vago” o de “rufián” entraba lo que fuera; también era muy “tolerante” con los extranjeros. Pero los castigos y sanciones derivados de esta ley, llamados “medidas de seguridad” en la misma, tampoco tenían desperdicio. El principal era el internamiento en «establecimientos de régimen de trabajo o colonias agrícolas» por un tiempo máximo de tres años, en un “establecimiento de custodia» hasta por cinco años o en el «aislamiento curativo en casas de templanza” por tiempo absolutamente indeterminado. El historiador Antonio Manuel Barragán califica, con toda razón, como el “primer campo de concentración” el lugar de Alcalá de Henares donde se llegó a internar a más de 300 personas en aplicación de la ley que nos ocupa, macabro lugar donde se aplicaban las “medidas de reeducación” consistentes en trabajos manuales (cortar leña, cavar zanjas, pintar paredes…), sin que los reclusos recibiesen ningún pago, salvo el rancho y la ropa. A nivel nacional se llegó a más de 3000 personas privadas de libertad por esta ley.

Pues bien amigos, llegados a este punto e influenciados por el constante “bombardeo populista” al que nos someten tratando de resucitar el régimen anterior cuando ya llevaba muerto y enterrado unos 40 años hasta que llegaron Zapatero, Iglesias y otras hierbas, habréis pensado que os relataba un negro episodio del Franquismo; no queridos, os voy a dejar “pasmaos”: el tiempo del que os hablo es el de los primeros años 30; las Cortes son las Cortes Constituyentes de la II República (tan añorada por la “ultraizquierda anti-todo”) que, con mayoría de izquierdas, elaboraron la Constitución de 1931 y el ordenamiento jurídico que dio lugar a la “Ley de Vagos y Maleantes”; el Gobierno era el republicano-socialista, presidido por Azaña y del que fueron ministros los socialistas Francisco Largo Caballero e Indalecio Prieto o el independentista catalán Lluís Companys.

Quería recordar este pasaje histórico para que se entendiera un poco esa obsesión del populismo por resucitar al Caudillo que elogió e hizo suya una ley republicano-socialista “tan tolerante” y cuyos vestigios aún fueron derogados por el gobierno de Felipe González en 1995; así el populismo “muestra la patita” cada día sacando, poco a poco, su cara represora y su afán por recortar ciertos derechos y libertades (los que a ellos les conviene).

Cloenda: cuidado en quién creéis, cuidado con lo que os creéis y cuidado con los extremos intolerantes porque se tocan.

 

 

 

 

 

 

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