Ser de capital

Parece que ser de capital es algo muy importante, transcendente e imprescindible para llevar una vida superior a los demás, a los de provincias, expresión que gusta y he oído en incontables ocasiones en Madrid, capital de capitales, provincia de provincianos todos.

Con esto de las capitales pasa como con la historia del abuelo, que tuvo dinero a raudales pero por tal o cual circunstancia nunca se llegó a heredar ese capitalazo. Mecachis.

Oiga, todo el mundo es de alguna capital. Nadie desciende o vive en un pueblo. Tenemos capitales de comarca, como Villablino que es a su vez un municipio y un ente comarcal de un solo ayuntamiento.

 

También subcapitales de comarca, como Bembibre cuando hablan de la capital del Bierzo Alto. Existen capitales de comarca con institución reconocida pero sin potestad, sólo de representación oficial y competencias finalistas, esto es, con partidas ya asignadas para según qué menesteres. El Consejo Comarcal del Bierzo. Flamante pero vacía institución, tanta como cargada de razón en su ser y que Aznar, José María, supo ver para desconectar la bomba regionalista berciana que en sus tiempos era más fuerte. Un gran desactivador de problemas era ese señor y no solo por sus bigotes.

Hay una capital para varias comarcas, como por ejemplo Astorga, capital a su vez de Maragatería, Cepeda y parte de Cabrera, y ella misma no pertenece a ninguna de ellas, viviendo en un limbo que se inclina más a lo maragato por la fuerza de esa cultura ancestral.

Pero eso no es todo. Hay capitales de provincia con dos provincias en una, como las matrioscas rusas, así le pasa al Bierzo con León, que políticamente es parte del Viejo Reino pero casi nadie reconoce en voz alta por ser precisamente políticamente incorrecto según en el lado del puerto de Manzanal donde te encuentres. Y hay capitales históricas, como Burgos de toda Castilla y León de su ídem, Zamora y Salamanca. O capitales modernas de provincias que nacieron de la noche a la mañana regiones sin serlo, como Santander para Cantabria o Logroño para La Rioja.

Históricamente nadie lo duda hasta que en un momento de la Transición unas pocas élites políticas supieron jugar sus bazas autonómicas; no así León, ni Segovia, que quiso esta última casarse en matrimonio con Madrid. O la misma capital nacional, Madrid, que pasó a independizarse de su región natural, Castilla-La Mancha. Esto de las capitales mejor no menearlo mucho por favor.

En ABC

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