Revilla y el juego de las puertas

El fin de semana pasado pareció celebrarse la Nochevieja que no se había podido disfrutar. De forma inaudita, mucha juventud dejó que el toque de queda llegase a las 24 horas para estallar en un júbilo clamoroso. En toda España hubo algún que otro toque de claxon por los centros de las ciudades y se rompió esa especie de maleficio que se cernía sobre nosotros con la limitación de parte de nuestras libertades. No. No había ganado la selección española ningún título, ni era fin de año, simplemente, había mucha energía contenida a base de normas y prohibiciones por nuestro bien.

Sin embargo, el fin del Estado de excepción no puede justificar, ni por un momento, la excusa para macrofiestas, botellones y concentraciones de personas sin guardar distancias, no hacer uso de mascarillas y demás. No aprendemos, y la primer consecuencia ha sido la de elevarse el número de contagios. Causa y efecto. ¿Puede ser? Pero la prohibición de entrada a los locales de hostelería cuando apenas se habían “liberado” un par de días ha enojado y mucho al sector en particular, y a la gente en general.

La sociedad entera se pregunta por qué en unas regiones se puede acceder  los locales de ocio y en otros lugares no. El desconcierto es general. Las desigualdades en esta España de las autonomías no han podido mostrar mayor inoperancia como en estas diversas políticas de afrontar la pandemia. Y mientras al portavoz Igea le gusta jugar a las puertas abiertas y cerradas, otros personajes de la política, en esta ocasión el presidente cántabro, Miguel Ángel Revilla es cazado literalmente en la típica picaresca de muchos restaurantes, usar las carpas relativamente cerradas como terrazas donde poder consumir, comer o hasta fumar puros sin levantarse de su asiento los metros reglamentarios para no contaminar a ninguna persona de alrededor. Siempre hubo pícaros y siempre hubo normas para saltárselas, pero si ya de por sí la sociedad está muy quemada con tanta prohibición y variedad de medidas disuasorias o profilácticas, que un político tan pontificador en los medios de comunicación y tan populista como el de la montaña castellana quede en evidencia demuestra una vez más que el sistema falla. Ah, el puro era habano para más señas.

En ABC

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