Rescatar la historia de la España vaciada, una tarea pendiente

No es la primera vez  que me  ocupo del interesante asunto de la historia local, es decir de la historia de esos pequeños y a menudo desconocidos o ignorados pueblos que conforman lo que se llama la “España Vaciada”. Si mal no recuerdo hace ya muchos años (más de 25 sin duda), que un conocido historiador como D. J.  Antonio Balboa de Paz dijo que  no eran muchos los investigadores que se ocupaban de  analizar la historia de los pueblos y sobre todo de los más diminutos. Esto lo dijo, según mis recuerdos, en la presentación del primero de mis libros sobre la historia de Castropodame en los primeros años de la década de los 90 del ya pasado siglo XX. Es lógico y hasta comprensible que los estudiosos del pasado se fijen más en acontecimientos que tuvieron mucha más repercusión ( la Guerra Civil por ejemplo) que en la historia de un diminuto pueblo. Si se trata de una gran ciudad o de una población importante  (Ponferrada por ejemplo) es más fácil encontrar personas que busquen su historia, pero los pueblos de la llamada “España Vaciada”, no suelen ser motivo de interés nada más que por parte de algunas pocas, poquísimas personas. En general personas vinculadas a ellos.

Pese a todo es gratificante ver como en un lento goteo, están apareciendo publicaciones más o menos extensas y completas que se ocupan de la memoria olvidada de nuestros diminutos y a veces semi-abandonados pueblos. El último caso que conozco es el de San Feliz de las Lavanderas, en La Cepeda. En un librito de unas 190 páginas en el que colaboraron números autores, se hace una pequeña, pero interesante incursión en la historia de este pueblo. Se titula: “San Feliz de las Lavanderas. Atalaya de La Cepeda”. El coordinador de la obra es Antonio Natal. Entre los autores Nicanor Blanco Omaña, que hace escasos años (2017), ya publicó algo sobre la historia de este pueblo. Sólo he visto, este último  libro, muy por encima pero tiene algunos detalles muy interesantes. Por ejemplo la saludable práctica de acudir a fuentes documentales, como por ejemplo unas ordenanzas de mitad del siglo XIX o las respuestas generales del Catastro de Ensenada (mitad siglo XVIII).

Creo recordar que hace ya décadas, en uno de los periódicos más conocidos de la prensa leonesa (¿Diario de León tal vez?), se publicaron reportajes en base a los datos de ese célebre catastro de mitad del siglo XVIII. Es un catastro de gran interés sobre el que se ha investigado y supongo que se seguirá investigando mucho. Como persona de mentalidad matemática, entiendo que ese catastro del siglo XVIII, es muy valioso para calibrar la importancia y la magnitud de los pueblos en aquella época. Lo es sencillamente porque aporta muchos datos de índole matemática, como el número de vecinos o el número de casas. “Toda ciencia tiene de ciencia lo que tiene de matemática” dijo H. Poincaré  hace ya muchísimos años y pienso que es algo incontestable. Quizá por ello muchos políticos al prometer nunca suelen dar  cifras o fechas concretas.

Personalmente entiendo que cualquier libro de historia que sea mínimamente serio, debe citar las fuentes de datos con el mayor rigor y exactitud posible. Eso de fiarse únicamente de los recuerdos personales o de lo que “los viejos” del lugar cuentan suele ser arriesgado. La memoria a veces falla y  las historias que se van transmitiendo de padres a hijos, con el paso del tiempo van distorsionando la realidad y luego suele resultar casi imposible distinguir lo que hay de leyenda y lo que hay de realdad en la información que llega a nuestros días. Hace ya muchos años (1978) que un historiador de Bembibre, (Antonio Díaz Carro), aclaró que algunos de los detalles que se daban como verídicos sobre la historia del Señor de Bembibre…eran pura leyenda que sin embargo ¡se creían vecinos de Bembibre¡.

No obstante el tema es tener bien clara la procedencia de los datos. Un documento escrito hace siglos se puede analizar como si se acabase de escribir, se puede  examinar y revisar palabra por palabra cuando se quiera y así corregir malentendidos. Con los datos que llegan por transmisión oral no ocurre esto, aunque que duda cabe de que siempre habrá un fondo de realidad en lo que cuentan.  En cualquier caso lo importante es comenzar a  investigar sobre el pasado de nuestros pueblos y contar por escrito el resultado de las investigaciones. Por algo se empieza. La sólo inquietud por conocer el pasado mucho mas allá de los recuerdos personales o los de nuestros padres o abuelos, ya es importante.

Quiero puntualizar que la historia de un pueblo es como un pozo sin fondo. Hay tanto que analizar que nunca se llega al final. El hecho de que haya uno o incluso varios libros escritos sobre la historia de un pueblo, no significa que la historia del mismo completa esté ya publicada. Siempre hay detalles que ampliar o sucesos nuevos que van apareciendo. Yo hace ya mas de 25 años al publicar un libro sobre la historia de Castropodame, abordé un amplio periodo de tiempo que abarca desde la época romana (minas de oro) hasta el pasado siglo XX. En medio hay datos y noticias de diversos siglos. Así surgió un libro muy extenso (600 páginas), pero no es en modo alguno una historia del pueblo ya completa y cerrada.

Hoy se podrían ampliar muchísimo buena parte de sus capítulos y añadir otros nuevos. Un asunto tan puntual como la relación del pueblo con un tipo del siglo XIX que fue senador de España  y Conde de Encinas y que regaló al pueblo un reloj que  aún se conserva, me está dando muchos quebraderos de cabeza al investigar detalles concretos de esa relación. Es sólo un ejemplo de lo mucho, muchísimo que se podría ampliar ese “viejo” libro del año 1993 que  tiene 600 páginas. Por circunstancias que no quiero comentar no es factible hacer una ampliación que podría ser también extensa y estoy cavilando el modo de que la amplísima información que he recopilado (durante décadas de trabajo), sobre la historia de este pueblo  no se pierda. Pero esto es otro tema.

Volviendo al caso de san Feliz de las Lavanderas insisto en que la aparición reciente de esos dos libros me parece una excelente notica y un buen ejemplo para otros muchos pueblos. ¿Es mucho pedir que en cada pueblo al igual que hay un bar haya algún libro dedicado exclusivamente a la historia del pueblo?. El afán por conocer el pasado mucho más allá de las vivencias personales, es la puerta que da acceso al conocimientos del pasado y a sucesos que distan siglos del presente…pero que fueron tan reales como la vida actual y que  convendría que quedasen en la memoria colectiva de cualquier pueblo. Si se conociese más el pasado quizá se podrían evitar muchos errores del presente.

   Rogelio Meléndez Tercero

 

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