María Isabel

Llevo cuatro poemas rotos, una página tachada y más de mil imágenes fraguadas en mi mente buscando ser
ese canto alegre y sincero que llegue a tu corazón en un disparo certero. Pero no soy capaz, no puedo.
Te debo tantas cosas…
Me has visto crecer pasando de niño a hombre casi sin darte cuenta, casi sin darme cuenta. Has visto como
me rompía en mil pedazos y como me recomponía paso a paso, trozo a trozo, añadiendo cicatrices a mi alma,
muchas más de las que la vida ha ido añadiendo a mi cuerpo.
Y tú estabas ahí, siempre como atalaya, susurrando algún misterio o callando el sufrimiento de ver a tu hijo
perdido, luchando contra molinos. – ¡Son gigantes, Isabel!- . -No hijo, son molinos-.
Te debo tantas cosas…
Te debo una canción aunque no cante, de momento. Te debo un millón de sonrisas, aquellas que nunca te
hice por ser un hijo tan necio. Te debo una vida entera de tantos y tan buenos momentos… y te debo dinero,
ma, te debo bastante dinero.
Y sigues ahí, con el alma rota en pedazos porque el amor de tu vida te dejó sola en la tierra, aunque sabes
que él no quería. Sigues ahí, mamá, viviendo con la voz y los ojos tristes porque tus hijos se fueron, pero
saliendo a ver el sol cada día, a respirar la brisa marina, a jugar al parchís en la playa rodeada de tus amigas.
Es la fuerza de tus entrañas la que te impulsa a seguir sin fatiga, esa misma fuerza que mantenía tan unida a
la familia.
Te debo tantas cosas…
Tus hijos te deben tantas cosas, tantos besos, tantos abrazos, tantas caricias… tantas, tantísimas…
Y ahí sigues, mamina querida, ahí sigues hasta que vayas a vivir a alguna estrella con el amor de tu vida.
Seguro que ya habrá alicatado el baño, y pintado la cocina, “menuda ella”, debe pensar, “si no le arreglo esta
estrella seguro se vuelve a la tierra”. Y ahora estará sentado, viendo la tele y fumando, esperando sin prisa a
que llegues para que, como siempre, le prepares la comida.
Deja que espere, mamá, que siga fumando sin prisas, ya se la hará la abuela, o quizás la tía Rosita.
Tú no vayas todavía, quédate aquí, en la tierra, que aún hay domingos de Mayo que pasar en tu compañía.
¡Madres!
Os debemos tantas cosas…

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