Como en aquellos viejos -y buenos- tiempos en los que la música acariciaba Robles de Laciana, este sábado la concertista de piano Rosa Torres-Pardo junto con su hija Clara Muñiz y el prestigioso tenor Enrique Viana honraron la memoria de Eduardo Arroyo, el artista que, desde 1998 hasta 2014, organizó y promovió los encuentros musicales en torno a la figura de la pianista.
Porque por el auditorio ‘Eduardo Arroyo’, ubicado en los jardines de su casona de Robles de Laciana, desfilaron grandes nombres del mundo del arte, de la música, y de la literatura. Entre ellos Cristóbal Halffter, Eduardo Úrculo, Ana Belén y Víctor Manuel, Máximo Pradera, Jesús Ruiz Mantilla o Lola Greco.
Y este sábado, LacianArt, con la implicación de la Fundación Sierra Pambley y el apoyo de la viuda del artista, Isabel Azcárate, recuperó este recital de música clásica en la Casona de Sierra Pambley y con él la memoria del artista fallecido en el año 2018, Eduardo Arroyo.
Extraordinario y soberbio fue el encuentro musical ofrecido por sus tres protagonistas. Torres-Pardo, sublime al piano, Clara Muñiz, con su aterciopelada voz, cantó a La Vie en Rose y un divertido Enrique Viana que, con picardía, puso el broche de oro a un recital que llenó el patio de la Casona de Sierra Pambley.
En el primer bloque del recital, no faltaron piezas musicales tan conocidas como Lágrimas Negras -Compay Segundo- o Pedacito de mi vida -Celina y Rentilio-. Le siguieron los tres preludios de Gershwin, una colección de piezas cortas para piano, que dicho compositor interpretó por primera vez en el Hotel Roosevelt en la ciudad de Nueva York en 1926. Cada preludio es un ejemplo bien conocido de la música clásica estadounidense de principios del siglo XX, influenciado por el jazz .
El poema, en voz de Enrique Viana, ‘Elegía y recuerdo de la canción francesa’, ‘Claro de luna’, escrita por Claude Debussy en 1890, la obra más famosa de este compositor francés o ‘Les feuilles mortes’, canción francesa de 1945 con letra de Jacques Prévert y música de Joseph Kosma, cerraron un recital que, sin duda, fue un regalo para los oídos.