Leer, escribir y contar… antes del siglo XIX

Seguramente cualquier persona acostumbrada a leer viejos documentos se habrá percatado de que a menudo aparecen firmas que a simple vista denotan que quien las hizo no era una persona habituada a escribir. Esto suele suceder sobre todo en documentos del siglo XIX ó más antiguos. Los escribanos (hoy serían en ciertos aspectos notarios o secretarios de ayuntamiento por ejemplo) cuyo oficio era precisamente escribir lucían firmas  muy llamativas y vistosa con letras de bastante belleza . Parecerían más que firmas dibujos con cierto arte.

Sin embargo la gran mayoría de las personas y durante muchos, muchos siglos no eran siquiera capaces de estampar su firma. Esto es algo que hoy puede parecer inaudito…pero así era la realidad. La enseñanza más elemental (leer, escribir y las cuatros reglas básicas de la aritmética) que hoy domina la práctica totalidad de la población desde la infancia, es la norma general del siglo  actual y de buena parte del anterior …pero  si retrocedemos hasta el siglo XIX el tema cambia. Los datos que voy a mostrar se refieren esencialmente a Castropodame, pero entiendo que serán bastante representativos de lo que pudo ocurrir en otros muchos pueblos, no sólo del Bierzo si no de España en general.

A juzgar por lo que se ha publicado sobre Ponferrada (Pilar Sáenz de Tejada y Enrique Otero) con anterioridad al siglo XVII, es muy probable que por norma general sólo entre el 5 y 10% de las personas adultas de un pueblo cualquiera sabrían leer y escribir. Sólo los eclesiásticos, el escribano de turno y algún otro personaje aislado sabrían hacerlo. Al parecer no se veía la necesidad de buscar a alguien que pudiese enseñar algo tan esencial como leer y escribir.

Curiosamente en el año 1655  el Corregidor de Ponferrada ordenó a las autoridades de Castropodame que  buscasen un maestro de niños para enseñar a leer y escribir,…pero nada sabemos del efecto que tuvo esa orden. Posiblemente otras similares se cursaron a otros pueblos. Hay constancia de un tipo  (Francisco Hernández Merino) que era maestro de niños en el año 1664 y que algo tuvo que ver con Castropodame , pero es posible que  sólo estuviese puntualmente en el pueblo por algún motivo desconocido. Si hay constancia eso si de reiteradas ordenes de la Iglesia (años 1636-1638-1643-1670) para que los curas enseñasen…la Doctrina Cristiana.

En los siglos XVI y XVII se localizan los nombres de varios estudiantes vinculados a Castropodame, pero que en ningún caso debían ser lo que hoy entendemos por estudiantes de las enseñanzas más básicas (primaria y /o secundaria). En todos los casos eran personas adultas que cursaban lo que hoy diríamos estudios superiores. En general debía tratarse de estudios de gramática latina. Por ejemplo está documentado el caso del licenciado Alonso de la Fuente Gago, que en 1683 era presbítero de Castropodame  (y posiblemente también natural del pueblo) que declaró  haber sido compañero de estudios de gramática, en el Colegio de la Compañía de Jesús de Villafranca de  un tal Antonio de Quiroga y Losada otro clérigo natural de Castropodame  que llegó incluso a publicar un libro, aunque eso si de temas estrictamente religiosos. Este último cura natural de Castropodame, ejerció su oficio en Valladolid y también estuvo al parecer por Madrid, pero este es otro tema. Es un personaje muy interesante y singular. Quizá ( hoy por hoy) uno de los más singulares de la historia de Castropodame.

Los estudios de gramática eran realmente lo que hoy llamamos  la gramática latina . Hoy decimos estudiar latín a secas. Era imprescindible para acceder a los estudios de cualquier carrera eclesiástica ( lo mas frecuente) y además hasta el siglo XVIII en las universidades se enseñaba en latín.  En cualquier caso el panorama era que en el pueblo no se podía ni siquiera aprender a leer ni escribir y que sólo unos poquísimos privilegiados podían ir a estudiar fuera (en general para seguir la carrera eclesiástica).

EL SIGLO  XVIII

En  un acta del concejo público del 1700 de 30 vecinos señalados como asistentes firmaron solo  8. Era habitual que el escribano de turno dijese que firmaban los que sabían. En las primeras décadas del siglo XVIII, existió algún tipo de escuela elemental, que seguramente era particular y esporádica; pero los datos conocidos son escasos e imprecisos.

A mitad del siglo XVIII (Catastro de Ensenada) Castropodame no contaba con maestro. Es hasta cierto punto lo lógico. En esa época  sólo en Bembibre, Molinaseca, San Miguel de las Dueñas y por supuesto Ponferrada eran las localidades del entorno de Castropodame que contaban con maestros. Había eso si al menos tres personas que estudiaban o enseñaban gramática en Astorga. Uno  que era “cursante de gramáticas”, es decir estudiaba latín para las finalidades ya señaladas. Era un tipo mayor de 60 años, que más bien sería profesor entiendo. Asimismo había  un tipo mayor de 18 años que era cursante de Teología  y otro más también mayor de 18 años que era profesor de gramática.

Con este panorama nada tiene de extraño que en los años centrales del siglo XVIII abundasen los adultos que ¡no sabían firmar¡. En 1757 en una reunión del concejo a la que asistieron unos 50 vecinos sólo firmaron 9. Hay constancia de otra acta del concejo publico del año 1747 en la que firmaron  unos 16 hombres de un total de 38 asistentes.

En cualquier caso lo que si está bien documentado es un intento de llevar a cabo una escuela en Castropodame debido a la iniciativa de un tipo al parecer acaudalado e importante de la época vecino del lugar, que murió en 1765. Dispuso en su testamente ( el segundo que redactó)  que en caso de que sus bienes fuesen heredados por el Convento de la Peña de Congosto, los frailes del mismo deberían entregar todos los años 25 ducados ( 275 reales) a la persona que el Concejo de Castropodame designase, con el fin de enseñar a los niños las primeras letras, es decir poner en marcha una escuela elemental. Hay varios detalles más que se conocen sobre esta disposición, como por ejemplo (esto es importante) que la escuela seria sólo para niños (las niñas estarían excluidas por lo que parece) y además no sería admitidos quienes  no tuviesen buena educación o no fuesen aplicados en el conocimiento de la Doctrina (cristiana). La proyectada escuela estaba condicionada eso si a una serie de eventos futuros. Sin embargo por una serie de circunstancias complejas y largas de exponer, la proyectada escuela sólo debió ser una realidad en el año 1789 y en 1791 o incluso antes ya parece que dejó de existir, aunque no conozco datos precisos sobre el tiempo que estuvo en funcionamiento.

Al margen de lo anteriormente señalado en los años finales del siglo XVIII,  el concejo es decir  lo que sería el órgano de gobierno local ( algo similar a la Junta Vecinal de nuestros días) se preocupó algo de la enseñanza. En el año 1786 entre los gastos del concejo figuran 190 rs. empleados en la casa y en el maestro de escuela para los niños.  No sabemos si la casa era la vivienda del maestro la escuela o ambas cosas a la vez. En todo caso por esas fechas el número de personas que no sabían escribir era muy elevado. En el año 1785 en una reunión de 13 personas del estamento noble (todos hombres y sólo y excepcionalmente una mujer) sólo un tipo sabía firmar, pero como tenía el pulso “trémulo”, tampoco este lo hizo. El escribano señaló que se buscó expresamente a alguien que supiese firmar.      No sabemos hasta que punto los esfuerzos por implantar escuelas para saber leer y escribir tuvieron éxito. Lo que si sabemos es que en los primeros años del siglo XIX (año 1817) y en una reunión del concejo de Castropodame  de los 45 asistentes firmaron sólo unos 15.

A partir de 1812 el problema de la enseñanza en Castropodame ya estuvo supeditado a la administración del municipio, en el que había varios pueblos del entorno agrupados como sigue sucediendo hoy día. A lo largo del siglo XIX en el ya municipio de Castropodame empezaron a funcionar diversas escuelas en los pueblos del mismo, que serían los embriones de las que funcionaron durante el siglo XX. Sobre las mismas tengo numerosos datos, que quizá publique en un próximo artículo.

A lo largo del siglo XIX, la existencia de las escuelas fue muy problemática y tuvo que sortear varios problemas, pero es indudable que gracias a las disposiciones de la Constitución y de las Cortes de Cádiz (1812)  la enseñanza se fue afianzando poco a poco, sentando las bases de las escuelas que hemos conocido en nuestro tiempo en todos los pueblos del municipio. En la actualidad, paradojas de la historia, algunas han desaparecido por falta de población infantil. Los habitantes de siglos atrás no imaginaban sin duda que llegaría la despoblación rural a los niveles a los que ha llegado.

Madrid, 15 de octubre de 2021

Rogelio Meléndez Tercero

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