PREMIOS MUJER 2024

En el límite del bien y del mal

Estoy segura de que últimamente has escuchado a alguien hablar sobre la inteligencia artificial (IA), y sobre unos chats en los que puedes, literalmente, conversar como si de una persona de carne y hueso se tratara.

Por si no fuera poco con la cantidad de artefactos tecnológicos que nos rodean y los ya suficientes motivos que tenemos en nuestro día a día para utilizar la tecnología, han inventado (no recientemente aunque ahora mismo está en auge) unos chats en los que puedes preguntar cualquier cosa y recibir una respuesta rápida y coherente gracias a esta IA.

De esta forma, puedes mantener una conversación “ficticia”, resolver cualquier duda, realizar tus trabajos de la universidad (sí, te hace un resumen o artículo en menos que canta un gallo) o cualquier cosa que se te pase por la cabeza.

Pero, ¿en qué punto entran en juego la ética y la moral? Porque, esta IA te puede hacer un Trabajo de Fin de Grado, sí, pero, ¿qué ganas tú a cambio? Un aprobado, buena nota… ¿Y los conocimientos que no adquieres por dejar que una máquina haga el trabajo por ti? ¿Y lo que dejas de pensar tú, como persona humana con capacidad para razonar, mientras esperas a que una máquina encuentre exactamente lo que buscas y te ofrezca exactamente lo que pides?

Y hablando de que una máquina haga el trabajo por ti… ¿no son suficientes ya los puestos de trabajo que se han perdido (y se perderán) por el avance imparable de la tecnología?

Y todo esto lo piensa una persona que pertenece a la generación Z, sí, y que ha nacido con la tecnología al alcance de su mano (aunque no de forma tan exagerada como los niños que nacen hoy en día), y que utiliza su móvil a diario, y que pasa horas en Instagram, Tik Tok… sí. Lo dice esa persona. Porque la tecnología está muy bien, y es necesaria, y ha traído al mundo unos beneficios y unas mejoras increíbles, pero como todo en la vida, necesita un equilibrio, un límite, y la IA tal y como se empieza a conocer ahora, para mi gusto, se encuentra en ese límite del bien y del mal, en esa delgada línea que a veces, es mejor no cruzar.

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