El color del horizonte

El último colchón se acomoda sobre los muebles , tapando las mesitas ,que sirvieron para dibujar las noches .

Aquel coche alargado , transportó todas las pertenencias de la familia, para irse a la ciudad.

La pequeña va sentada sobre el colchón , mira por la pequeña ventanilla, de la parte de atrás .

El polvo del camino colorea el horizonte que va quedando lejos, la montaña inerte levanta su mano , para decirle adiós .

Los baches elevan su cuerpecito, cual tobogán de sueño que escapa ante sus ojos , como un juego inesperado, y los juegos vacíos que vendrán , la pequeña se queda dormida.

La ciudad saluda con su despertar frío e insolente , no se ven las golondrinas ni el árbol , ni la leña cortada , no se ve a la abuela caminando lento

Sus ojos vagan en la nueva casa , como el pájaro que quiere marchar , desdibujan el aire encerrado junto a las telarañas al pasar , sostiene el silencio en su garganta, silva el viento y no hay montaña.

La escuela queda lejos , más que llegar hasta el Carballo, piensa la pequeña de camino , mientras agarra la mano a su madre .

En el pueblo va sola , allí no hay coches ni asfalto para cruzar , allí hay vacas y ovejas, y la burra dé Olimpia que andará atada esperándola .

Pero Olimpia está lejos , y la abuela, y los niños .

Y lejos el río para tirar piedras y despertar al pez , y los silbatos de Noé, que no chiflan aquí porque tampoco está.

La pequeña se acomoda en aquella fila larga de niños , al cuello ,el botón que aprieta de aquel absurdo mandilón de cuadros , botón que queda y aprieta , mientras no quiere despertar.

Isasy Cadierno

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