El becerro de oro

El periodista de provincias también tuvo su etapa madrileña. Esperando la promesa incumplida, palabra dada palabra empeñada, que decimos en Maragatería; las circunstancias me llevaron al otro lado de la mesa de la comunicación por segunda vez. Adjunto al director general, con Alberto Ruiz Gallardón duplicándose como alcalde y presidente de la Comunidad de Madrid. Legislatura breve, pero en Sol pude comparar las personas, formas, métodos y prensa de la capital del Estado con nuestra cercana Junta de Barcenilla, de Fernández Santiago… En ese tipo de puestos se valora, además de la capacidad, saber escuchar y callar. En estos días viendo las noticias que vienen de Madrid y del entorno del PP, cada día lo comprendo más.

Tras el Tamayazo, la repetición de elecciones y demás, desembarcó Esperanza Aguirre, dividió el segundo nivel como aconsejaba siempre Fraga, con dos vicepresidentes: Ignacio González y Alfredo Prada. Ambos se zancadilleaban todos los días. La historia hizo ganador a González. Sucesor a la postre de la doña. Tan sólo quiero expresar aquí que fue tan sólo un año de nueva etapa en la que el mal ambiente, la tensión y las intrigas eran agobiantes. Se me adjudicó Servicios Sociales, con el añadido de Familia, con Beatriz Elorriaga al frente. Como todo lo que tuviera que ver con Gallardón, los cargos intermedios se respetaron alejándolos hasta depurarlos. Un día me encontré «un bicho» en mi despacho y ni Arpegio -versión de Gesturcal- ni Canal de Isabel II, huí de Madrid. Eso sí, con más experiencia y más agenda que suelo refrescar por aquello de que en nuestro gremio los contactos y amistades son vitales.

Estos días viendo a Ignacio González en la cárcel, a Esperanza llorando cual María Magdalena, inevitablemente me han venido a la mente montones de recuerdos que resumiría en una idea: la prepotencia, la lucha por el poder interno y un periodismo agresivo por demás.

En ABC

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