Del qué-calor al qué-frío sin entretiempo

Adiós veroño, fue un placer coincidir. La provincia de León se va congelando por momentos. Los primeros en sufrir los bajo cero fueron nuestros vecinos de Laciana y por ello se han llevado buena parte del gélido protagonismo nacional. Varios espacios meteorológicos de informativos señalaron a Villablino como una de las localidades más frías de los últimos días en España. En León capital son unos optimistas, prefieren ver los 0 grados como ni frío ni calor.

En el Bierzo hasta el frío llega más tarde. La hoya en la que está inmersa la comarca favorece que las máximas se mantengan todavía en temperaturas cálidas en las horas centrales del día, en torno a los 20 grados, aunque los valores mínimos van en descenso por las noches y madrugadas por debajo de los cinco.

Yo, si soy sincera, ya vivo en un frío constante. Esto de pasar de la manga corta a la larga sin antes darle su espacio a la media manga y a la manga tres cuartos me parece un despropósito. Sigamos la gradualidad lógica, por favor. Primero por respeto a la ropa de entretiempo, que no sé por qué en el Bierzo se sigue usando ese término porque en realidad entre-tiempo como tal nunca tuvimos. Hay dos tiempos: el qué-calor y el qué-frío. Después, por el bolsillo, que yo a tope con la dinamización del comercio local y las ventas de ropa pero vería más lógico ponerse camisetas de tirantes debajo del jersey de lana y teníamos todo el año cubierto sin necesidad de la típica chaqueta ni fina ni gorda que te compras y luego no sabes muy bien cuándo ponerte. Y después, por la salud… No es bueno ni para la mente ni para el cuerpo ver el sol por la ventana, salir de casa confiada y pasarte la mañana muerta de frío porque Lorenzo te la ha liado.

En mi caso particular mi padre tiene una teoría súper elaborada y es “hija, tienes menos sangre que el tobillo de un canario” y de ahí me vendría el tiriteo desde otoño a primavera, ambos incluidos. Amigos y conocidos me repiten entre uno e infinito “eres una friolera”. Encima es que te lo dicen con el tonito: “Eres una friolera…”, como si fuera algo malo cuando en realidad es definitorio. Lo reconozco y me acepto como tal. ¡Nací en febrero, el frío lo llevo dentro! Pero no me lo tomo a mal ni nada. De hecho, soy una persona que creo en la superación de las limitaciones con que cada uno viene de serie y por eso voy a poner mi friolerismo a prueba. A finales de noviembre viajo a Berlín de vacaciones como terapia de choque y ojo que si vuelvo seré inmortal, fijo, y me dedicaré a decir a todos los bercianos “eres un friolero” con bien de tonito.

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