El Partido Popular de León le pasa como al refrán: «A perro flaco todo son pulgas». Es radicalmente cierto que desde el último Congreso Provincial el equilibrio de personalidades y fuerzas quedó en precario. Se abría una nueva época o al menos eso se quiso hacer ver. No era así.
El PP leonés todavía mantenía una estructura cosida como una tela de araña por Isabel Carrasco. Su sucesor, el berciano Eduardo Fernández, respetó la mayoría del entramado y salió triunfante en cuanto a resultados electorales. Fue el canto del cisne y no de gaviota popular.
Con Juan Martínez Majo se apostó desde Valladolid por una fuerza neutra, relativamente pacificadora y totalmente alejada de liderazgos y personalismos. Pero no se paró de conspirar. El batacazo electoral en las últimas municipales y regionales se cobró una víctima clara. El secretario provincial Ángel Calvo, mano derecha del presidente. Majo se quedaba aún más desnudo, si cabe la metáfora. El acuerdo no tácito de un hombre de León provincia y otro del Bierzo en presidencia y secretaría general se rompió.
Fue Génova, Teodoro Egea, quien con calzador nombró nuevo secretario provincial de facto a su amigo ahora dimisionario Miguel Ángel González. El ínclito no era pata negra interno y su mérito era el apadrinamiento con que desembarcó en la sede del PP leonés. Tan sólo le ha dado tiempo a mostrarse abierto al resto del aparato provincial y ariete para echar a todo lo que restase de personas y formas isabelinas. Y ahí se topó con la gerente del partido, la decapitada Yolanda Gutiérrez, quien desde su puesto protegía a viejos barones del PP y a intrigadores natos en varias comarcales como la de Astorga. El compadreo con un digital la dejó literalmente al descubierto, aunque ahora sea ese mismo medio el mayor verdugo de su marioneta política.
Génova sigue queriendo mandar en León por encima de Valladolid. Y hasta tres corrientes distintas pugnan por los puestos de gerente provincial y secretario general.
Alejandro J. García Nistal en ABC
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