Acabamos el año y empezamos el siguiente exhortando a la sociedad que compartimos a analizar nuestros comportamientos individuales y sociales que alimentan la violencia latente en todo el ambiente, como un veneno que impregna la convivencia, aunque solo unos miles o millones de hombres lleven su hombría de superioridad y abuso a ejercer la violencia directa y personal sobre alguna o varias mujeres.
La violencia, los asesinatos, las torturas y violaciones de las mujeres no van a acabar si el común de las personas no creemos de verdad en la necesidad de igualdad y buenas relaciones entre mujeres y hombres conscientes de ser seres humanos de igual valor por sí mismos, y no por el servicio que puedan prestar a intereses ajenos. Porque toda esta violencia no es más que la consecuencia de que todavía una gran parte de hombres consideran a las mujeres como inferiores, como despreciables, como utilizables en su propio beneficio laboral, sexual o de padre de familia, como un apéndice necesario para satisfacer su pobre sexualidad, su sadismo, su prepotencia y su sentimiento de superioridad. Y por supuesto de que también mujeres den por buena esta versión heredada de los sexos y sus diferentes derechos.
Es la consecuencia de considerar que los hombres han de ejercer esos privilegios que han heredado para sentirse hombres y de paso convencer a las mujeres de que deben aceptar su déficit de autonomía, dignidad y respeto para ser mujeres.
Es la consecuencia de aceptar la historia y los conocimientos heredados sin descubrir cómo son de falsos porque observan y definen el mundo, el lenguaje, la historia y la ciencia desde ojos masculinos que no ven a las mujeres, o deliberadamente las ocultan, o sepultan en los espacios privados y domésticos sin reconocer sus aportaciones a la vida social en todos los ámbitos, sin reconocerlas como sujetos humanos de igual valor que los hombres.
Para este 2022 exigimos, más que deseamos, porque ya nos cansamos de desear lo justo sin obtenerlo, educación en el juicio crítico ante las presiones de los medios publicitarios y los mercados, educación en las relaciones igualitarias, entre seres humanos de igual valor, iguales posibilidades de desarrollo y merecedoras de respeto y apoyo social por igual. Todo ello necesario para desterrar el machismo, el sexismo, la violencia, el coste social enorme de una masculinidad prepotente y agresiva, así como la manipulación de las personas por los intereses mercantiles que fomentan el individualismo, deterioran el tejido y la solidaridad social, perjudica a la igualdad y alimenta todo tipo de vicios discriminatorios y violentos. Concretamos nuestras exigencias en:
– Que se apruebe de una ley integral para la abolición de la prostitución, sin edulcorarla, como la que ha sido presentada al congreso hace meses por la PAP (Plataforma por la Abolición de la Prostitución).
– Que haya un castigo real a los prostituidores (proxenetas, locatarios y puteros) y un apoyo eficaz a las mujeres prostituidas.
– Que se ejerzan los controles pertinentes para que los Centros de Protección de Menores, que deben ser públicos, no sean por acción u omisión centros que abandonan o condenan a las niñas a la prostitución y los abusos sexuales.
– Que se reforme la Ley de Permisos Parentales por nacimiento o adopción para que sean iguales e intransferibles para madres y padres los deberes y derechos de crianza, en beneficio de las criaturas y de la igualdad. La ley que debe entrar en vigor es la propuesta por la PPIINA, plataforma por los derechos iguales e intransferibles por nacimiento y adopción.
– Que regulen la pornografía, si no son capaces de eliminarla. Que cumplan las leyes de igualdad y contra la violencia poniendo en marcha de forma efectiva todas las medidas prescritas para educar a todas las generaciones en igualdad, feminismo y no violencia en las relaciones afectivo-sexuales.
– Que de una vez las políticas públicas consideren necesario y definitivamente como un bien preciado e insustituible la sanidad pública, la enseñanza pública, las pensiones públicas, la y dediquen a la mejora de lo público el dinero que se desvía a los sectores privados.
– Que en la educación pública y en todos los niveles se incluya en los currículos, y no de forma marginal, la educación en los valores ciudadanos igualitarios, sin ocultar cual es la historia y la causa de las desigualdades y con ello las razones y el contenido del feminismo como movimiento social civilizatorio.
– Que los cuidados de las personas que los requieren dejen de ser una carga para las mujeres en exclusiva o casi. Que el estado se haga cargo de servicios públicos de calidad a cargo de trabajadoras y trabajadores bien retribuidos sea en domicilios o centros comunitarios.
Es Imprescindible enseñar cuánta es la vulnerabilidad de todo ser humano que requiere cuidados que todas y todos debemos recibir y ejercer por igual, de forma personal por amor y proximidad y a través de los impuestos de los que buena parte deben destinarse a ofrecer servicios públicos de calidad para que ni la infancia, ni la vejez incapacitante, ni la enfermedad sean desatendidas o recaigan solo sobre las mujeres. No considerar los cuidados como objeto de las políticas públicas directamente dirigidas a quienes lo necesitan y poniendo los medios para que mujeres y hombres se responsabilicen por igual de ejercerlos y costearlos produce sufrimientos y un elevado nivel de discriminación por sexo. Las mujeres, ya con mayores dificultades en el mundo laboral, son condenadas a jornadas inacabables o a la pérdida de autonomía económica y ciudadana, a una salud precaria, a sueldos y trabajos duros pero mal pagados, aumentando todo ello la diferencia discriminatoria ya existente con los hombres.
¿Qué exigimos mucho? Señal de que poco de lo exigido desde hace más de un siglo se ha llevado a cabo y establecido como parte del contrato social entre todas las personas para regular su convivencia. Y parte de lo llevado a cabo más en la letra que en la práctica y de forma tan endeble que está sujeto a continuas revisiones, perversiones de objetivos y conceptos y vueltas atrás.
Plataforma Ciudadana de Astorga por la Igualdad y Contra la Violencia