Sindicatos desnortados

La última ocurrencia de los sindicatos ha sido la de reclamar un referéndum para la salida o continuidad de León en la Comunidad autónoma. Tal dislate fue una de las estupideces que se dijeron durante la celebración del 1 de mayo. Estos señores no saben cómo llamar la atención y en esta ocasión les dio el aire por ahí, en un intento de sumar adeptos o tener originalidad a su ya rancia presencia en la sociedad.

Todo leonés lleva dentro un leonesista, su amor por su patria chica. Pretender desandar la historia es imposible. Pero a nadie en su sano juicio se le ocurre tal desfachatez, a no ser a los irreductibles de la boina calada hasta los ojos sin posibilidad de ver.

Pero el tema no es el leonesismo. Residual políticamente en el concierto regional y herido de muerte por acción de sus propios dirigentes enredados en luchas fraticidas hasta el fin; el asunto es el sindicalismo hoy. La lucha de clases ya no se libra en los términos de estos dos siglos pasados. Sólo hay que ver que a las manifestaciones acuden los liberados, los que viven del cuento de representar a sus compañeros y que en su mayoría son empleados públicos, esto es, que pagamos todos su liberación. Una nación cuya juventud aspira a un sueldo fijo, normalmente a ser funcionario, con el sabido lema que «inventen y arriesguen otros», es una nación herida de muerte. De ahí que lo que realmente debería fomentarse en los poderes legislativos y ejecutivos es la eliminación de trabas burocráticas y costes fiscales a los emprendedores, a los pequeños y medianos empresarios que son el sustento y la riqueza de un país. En Castilla y León, además, de fijar población.

Asco da ver a los sindicalistas arengando con lenguaje cansino para al día siguiente sentarse a negociar prebendas en las instituciones para sus organizaciones.

En ABC

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